Con el comienza de la primavera los pronósticos sobre las lluvias generan cada vez más incertidumbre entre los productores agropecuarios. Desde el INTA indicaron que podría disminuir el impacto de la Niña en el verano.
Mientras el tiempo corre para el arranque de la nueva campaña gruesa y los productores empiezan a trabajar los lotes, las lluvias siguen siendo esquivas y concluyó uno de los inviernos más secos de las últimas décadas que se sumó a un otoño también escaso de humedad. En particular para la provincia de Córdoba, con cierta excepción hacia el sudeste. Pero la preocupación hoy pasa porque los especialistas advierten que al menos la primera mitad de la primavera no revertirá esa tendencia y también podría tener precipitaciones por debajo de las medias históricas.
En general, la disponibilidad de agua ajustada, los cambios bruscos, el incremento de los días consecutivos sin lluvias, las lluvias no regionalizadas, dispares e irregulares, y las heladas, marcan un contexto complejo para la campaña gruesa en el marco del desarrollo de un evento Niña, de acuerdo a los modelos internacionales.
“Convivimos con una alta variabilidad climática actual”, afirmó Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN), en su charla sobre perspectivas agroclimáticas para la zona núcleo, organizada por el INTA Santa Fe, la Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe (CARSFe) y el Ministerio de Producción, Ciencia y Tecnología de la provincia de Santa Fe. Jorge Torelli, Secretario de Agroalimentos del Ministerio participó de la disertación y aseguró que “es un tema para tener en cuenta por su importancia para los productores que necesitan para determinar sus estrategias”.
De acuerdo con Mercuri, “estamos en un ciclo de años más secos y las condiciones actuales de océano y atmósfera indican que es probable que la primavera y el verano tengan algunos milímetros por debajo de los valores normales”.
De acuerdo al informe del Inta, los forzantes oceánicos están marcando una anomalía fría, tanto en el área del Pacífico 3.4 como también en el Océano Atlántico. “Esto impide una circulación atmosférica que favorezca que se generen precipitaciones”, aclaró Mercuri. “Los modelos IRI Columbia muestran a la fecha una probabilidad mayor al 70 % de que se mantenga el enfriamiento durante toda la primavera, pero de intensidad moderada o leve”. El dato destacado es que para el verano esta tendencia “comienza a decrecer y vuelve a valores neutrales”.
“Este año si bien nevó muy fuerte en Patagonia, del Aconcagua hacia el norte seguimos en déficit en cuanto a nevadas en altas cumbres”, dijo Mercuri, e hizo referencia a las áreas del norte argentino que vienen desde diciembre del año pasado deficitarias, “lo que degrada no solamente los sistemas productivos, sino también el acceso y la calidad del agua para la ruralidad”.
El director del CIRN destacó que “estamos ante una situación crítica en cuanto a la disponibilidad de agua, y esta alta frecuencia de situaciones deficitarias potencian esta crisis”. La buena noticia en el corto plazo es que “la tendencia indica que hacia fin de septiembre va a haber inestabilidad climática en el centro del país, NOA y NEA, con altas chances de precipitaciones”.
Atentos la preocupación creciente por la disponibilidad de #agua en nuestros sistemas productivos aclaramos con información y datos.
En el Pacífico ecuatorial se observa un fenómeno de enfriamiento (La Niña) que podría generar un cambio en el patrón de lluvias en nuestro país pic.twitter.com/SQScHaFmJn
— INTA Centro de Investigación de Recursos Naturales (@INTARNaturales) September 18, 2020
En cuanto a las heladas, Mercuri destacó que si bien la tendencia mostraba un acortamiento del período de heladas, con inviernos más breves, los dos últimos inviernos muestran un incremento en la frecuencia e intensidad de las mismas en el centro del país, con anomalías respecto a los valores medios.
El director del CIRN concluyó que “el desafío es definir el clima futuro por regiones precisas y con antelación, ante una alta incertidumbre en las predicciones”. En ese sentido, se debe aprender a tomar decisiones con información probabilística y dinámica, y gestionar el agua: “amortiguar los impactos inter-anuales e intra-estacionales, compensar agua esperada con agua disponible, es el desafío de la adaptación”, indicó.
Lo cierto es que se destacó allí que disponer de poca agua al inicio de la campaña coloca en una situación de alta vulnerabilidad. Agronómicamente al depender de las lluvias para satisfacer la necesidad de agua es importante diversificar las fechas de exposición, no concentrando las siembras y fechas de máxima necesidad de agua por los cultivos, siembras tempranas y tardías. Y llamó a la necesidad de hacer una “gestión del riesgo”, generando instrumentos para minimizar el riesgo al que estamos expuestos.
En detalles
Las lluvias graduales del mes de septiembre en lugares de la región centro (que oscilaron entre los 20 y 40 mm), permitieron infiltrar un mayor porcentaje de agua en el perfil de los suelos, y ser aprovechadas por el cultivo que está cercano a entrar en su período crítico.
En líneas generales, el informe indicó que “los rendimientos van a estar condicionados por factores como la genética del cultivar elegido (demostrando diferencias varietales respecto a la mayor o menor susceptibilidad a enfermedades y a las heladas), cuestiones de manejo como las rotaciones, los cultivos antecesores, fecha de siembra, la fertilización, y los cuidados del cultivo”.
Para el maíz de primera, en la zona Centro comenzó la siembra de algunos lotes sin la humedad óptima. De no producirse precipitaciones importantes, “en los próximos días podría peligrar la continuidad de la siembra debido a las escasas reservas de humedad en el perfil de suelo. Se estima que la superficie sembrada será menor y los lotes destinados a este cultivo, se ocuparían con soja o a maíz tardío”, detalló.
Fuente: PuntalVillamaria