“Argentina está con un tenedor cuando está lloviendo sopa”. La sentencia, en boca del analista del sector ganadero Miguel Gorelik, no puede ser más justa para entender la realidad del país, exportador de carne de fuste, en un contexto de mercado internacional normalizado tras la pandemia, y ávido en su demanda de proteína animal.
Esa realidad marca que, a pesar de una demanda que crece y de precios firmes, Argentina no está aprovechando lo que se considera una oportunidad histórica. Gorelik da la explicación: “No hay que olvidarse que (en el país) hay restricciones (a las exportaciones) y, si bien en mayo hubo un aumento importante en los embarques con respecto a abril, que resultó inesperado (se embarcaron 80.000 toneladas equivalente con hueso), esto se debió a un aumento estacional en las exportaciones de carne de vaca, cuyas categorías E, D y F están liberadas del cepo, de la restricción exportadora”.
“Cuando nuestros vecinos exportadores de carne –Uruguay, Brasil, Paraguay- están moviéndose en volúmenes por encima para esta época respecto del año pasado, en Argentina estamos debajo de eso. Esto también nos marca lo que podríamos haber hecho y la cantidad de dólares que podrían haber ingresado”, remarca Gorelik, en una charla con Cátedra Avícola y Agropecuaria.
Como pruebas de esa recuperación, Gorelik cuenta que el pasado mes de mayo Brasil alcanzó su record histórico en promedio de precio de la tonelada embarcada (US$ 6.500) y, en espejo, China, está marcando un precio record histórico para la tonelada de carne importada congelada sin hueso. Es un dato reciente.
Como se puede inferir, atrás quedaron los efectos de la pandemia. La fase de recuperación se ve precisamente en el gigante asiático, principal importador de carne del mundo, donde en la primera semana de junio dieron por terminados los confinamientos en Shangai, que complicaron la actividad del gran puerto durante marzo y abril.
Restricciones versus exportaciones
El escenario es favorable por donde se lo mire para los países productores de carne. Como se dijo, hay demanda y precios altos. Mejor imposible.
Pero Argentina no está en sintonía. En 2020, plena pandemia, las exportaciones llegaron a poco más de 900.000 toneladas. Al año siguiente, la cifra cayó a 800.000. “Esta caída se debió a las restricciones, exclusivamente”, afirma Gorelik. La pregunta es si en este 2022 se podrá, al menos, empatar esa cantidad de toneladas (800.000). “Yo no creo que podamos alcanzarlas precisamente porque existen trabas a las exportaciones”, responde.
“Si bien de esto (por las restricciones) están afuera la Cuota Hilton en Europa, la Cuota 481 o la cuota que tenemos con Estados Unidos, todo lo demás está con restricciones. Hay siete cortes que tienen algún peso, que están prohibidos (para exportación) hasta 2023, y están liberadas ciertas categorías de vaca que no pueden compensar todo lo otro que está restringido”, detalla el especialista.
Lo de las trabas a la exportación, como se sabe, no es novedoso en el sector de la carne en los últimos años. Sus resultados, tampoco. “La verdad es que en estos 13 meses de restricciones, el gobierno no ha tenido demasiada suerte entre lo que afirmó, las medidas que tomó y los resultados que logró” sentencia Gorelik, al tiempo que subraya que “la carne siguió teniendo un precio de mercado que hizo que en abril se alcanzara el record histórico de cualquier otro momento del país que se quiera revisar; hubo un precio muy alto de la carne y, al mismo tiempo, estamos perdiendo credibilidad con un montón de clientes, inclusive China, a la que le podríamos exportar más de lo que le exportamos, y estamos disminuyendo los volúmenes (de carne exportados) y, mucho más especialmente, los dólares ingresados”. Por eso, reitera: “No ha sido muy feliz esta decisión (de establecer restricciones). Me gustaría que con estos resultados el gobierno pudiera revisar esto que ha hecho”.
La producción de carne en Argentina lleva varias décadas de estancamiento. El volumen total anual se ubica en torno a los tres millones de toneladas. Es una cifra que el sector reconoce como una barrera difícil de franquear. Según el analista, “esto viene desde hace 50 años y su lectura, a mi juicio, lleva a una crítica muy fuerte a las políticas en boga en el sector que, en general, fueron de discriminación en contra, con un tipo de cambio de los más bajos de los que se pudiera encontrar en cualquier otro sector; con habituales restricciones a las exportaciones, en particular en los últimos 15 años, que fueron constantes, excepto en el período 2016-2020; todo este tipo de señales no ayudan a permitir un mejor desarrollo”.
Pese a esta situación de producción que no crece, hay otras variables que han manifestado desarrollo. Gorelik detalla, entre otras, mayor calidad de la carne, avances en la genética, impulso en la industria procesadora y fortalecimiento de canales de comercialización.
Los vecinos crecen
Un aspecto a destacar en el comercio exportador de carne es, sin duda, el crecimiento operado en los países vecinos de la región. En efecto, Brasil, Uruguay y Paraguay han visto crecer sus ventas de carne embarcada a distintos mercados en los últimos años, al punto de estar hoy integrados a la lista de los proveedores importantes. Sobresale Brasil, claro: hoy es el mayor exportador de carne del mundo.
“Brasil es el número uno y por lejos, cuando hace 30 años no sólo era un exportador absolutamente minúsculo, sino que importaba más de lo que exportaba”, dice Gorelik. Y sostiene que el país alcanzó ese lugar “con políticas alineadas con el mercado, que ni siquiera fueron cambiadas por el largo gobierno izquierdista que tuvo en la primera y segunda décadas de este siglo, y esto permitió el crecimiento muy importante de las existencias ganaderas, de las inversiones en la industria, de la generación de empleo, del consumo interno y de sus exportaciones, que están arriba de los tres millones de toneladas”. Un ejemplo de gran crecimiento en muy poco tiempo.
Los números que reflejan la actualidad de Brasil son más que elocuentes. Según consigna el sitio Valor Carne, durante el mes de mayo pasado el gigante sudamericano exportó 153.000 toneladas, una cifra 20 por ciento más alta interanual, con envíos a China, que absorbió el 42 por ciento del total, Unión Europea (31 por ciento) y Arabia Saudita (40 por ciento), y despachos menores, aunque incrementados respecto de otros meses, a Egipto, Malasia, Indonesia y Libia.
No fueron en zaga Paraguay ni, mucho menos, Uruguay. Al respecto, Gorelik refiere que ambos países han logrado importantes desarrollos “sobre la misma base de principios que Brasil, y también inclusive con períodos de gobiernos de izquierda: sin intervenciones en el mercado, sin restricciones en el comercio exterior, sin toqueteo en el mercado cambiario”. Y resume: “Los dos países han logrado aumentar sus existencias, aumentar su producción, aumentar el consumo y aumentar, fundamentalmente, las exportaciones”.
También hay que decir que la inestabilidad en el tiempo de las políticas para el sector ganadero en Argentina es una variable insoslayable a la hora de analizar el crecimiento y desarrollo observado en los vecinos regionales. De hecho, ante los cierres de exportaciones decretados en el país, Brasil, Paraguay y, sobre todo, Uruguay han colocado su carne en los mercados abandonados por Argentina.
A propósito de exportaciones nacionales, la historia reciente marca al 2020 como año record, con más de 900.000 toneladas. También al 2005 y, más atrás, a 1979. Gorelik hace un breve repaso del país en su rol de exportador de carne: “Hemos pasado de ser líderes del mercado mundial durante 100 años, desde que se inventó el frío industrial en 1870, hasta 1970, y después, por todas las políticas llevadas adelante, el país se ubicó más abajo, en una franja de exportación de 500/600.000 toneladas, y terminó en la lastimera cantidad de 200.000 toneladas durante el gobierno de 2011-2015; y luego se pudo recuperar rápidamente”. Avatares del país de la mejor carne del mundo.