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    La Agroindustria frente a una nueva oportunidad

    El COVID-19 atravesó el mundo sin reconocimiento de fronteras, climas, creencias o gestiones políticas, dejando al desnudo todo tipo de problemas como la escasez de infraestructuras, recursos humanos y equipamiento sanitario adecuados; derrumbes de las economías; insuficiencia de reservas financieras –tanto públicas como privadas– para afrontar la situación, y un poderoso signo de interrogación en relación al “día después”.

    En Argentina la cuarentena paralizó la mayoría de las actividades y, como si esto fuera poco, la crisis que veníamos arrastrando dejó en claro la fragilidad de nuestra economía pronosticando un futuro realmente complicado.

    Por eso, hoy más que nunca, debemos mirar a largo plazo, tratando de enfocarnos en las oportunidades –siempre las hay– que este fenómeno presenta. Hoy, sin dudas, el complejo agroindustrial nuevamente confirma un papel protagónico en el desarollo económico y social argentino, transformando materias primas en alimentos, energías, servicios, generando miles de empleos, así como también divisas, hoy tan necesarias como escasas.

    Las exportaciones de productos primarios superaron los 17.000 millones de dólares en 2019, lo que representó un 26,4% del total despachado al exterior. Y las manufacturas de origen agropecuario significaron un ingreso de 24.000 millones de dólares, lo que representó el 37% del total exportado. En conjunto la cadena agroindustrial participó en el 63% de las ventas al exterior.

    En materia de valor agregado, los principales eslabones que integran las distintas cadenas agroalimentarias (producción primaria, agroquímicos, procesamiento industrial, empaque, transporte de cargas, servicios veterinarios, servicios agropecuarios, semillas y actividad comercial), generaron durante 2018 valor agregado por US$ 44.741 millones (10% del PIB nacional) y US$ 104.367 millones de valor bruto de producción nacional (12% del VBP nacional).

    Por otra parte, el total de empleo generado por las principales cadenas agroalimentarias fue de 2,1 millones de personas, lo que significa el 34% del empleo total de las actividades que producen bienes a nivel nacional, y el 11% si también se consideran los servicios, incluyendo en esta estimación todo régimen de empleo, independientemente de su formalidad legal y categorías ocupacionales.

    Pero, además, la agroindustria genera arraigo, algo por demás importante y sobre todo en este contexto. La industria avícola no ha detenido su crecimiento, todo lo contrario. Y lo ha hecho frente a innumerables obstáculos como el exponencial incremento de los costos, la pérdida de competitividad en el mercado internacional, los distintos problemas de logística que al comienzo de la cuarentena dificultaban el traslado, entre muchos otros.

    Creo que sería oportuno que el Gobierno Nacional tomara debida nota de que la avicultura tiene por delante grandes oportunidades de crecimiento y desarrollo, que pueden contribuir con la reactivación de nuestro país. Esperemos no dejar pasar una nueva oportunidad.

    Adalberto Rossi.