La importancia de controlar la concentración de amoníaco durante los primeros días de vida de las aves es fundamental para lograr una buena calidad de vida de los animales. “Cuánto más chica es el ave, menos concentración de amoníaco puede soportar y si los indicadores están más arriba de las 20 partes por millón ya es dañino para el animal”, indicó Alan Nielsen, técnico comercial del equipo de avicultura de Cladan.
“Hace dos semanas parecía que el amoníaco podía a empezar a reducirse debido al clima más amigable y se estaban ventilando los galpones, pero de repente nos encontramos con dos o tres semanas más en donde predominó frio y casi un 95% de humedad, que es uno de los factores que genera amoníaco”, explicó Nielsen. “La humedad es perjudicial para los galpones, para los alimentos, para los cultivos. Por eso nosotros hacemos mucho hincapié en la ventilación y controlar también que ese amoníaco vaya a la atmósfera a través de Control AA, nuestro producto para reducir el amoníaco”, indicó. “Es importante también poder controlar el efecto del amoníaco en la generación de los gases de invernadero, por eso planteamos que esta herramienta no solo es útil para mitigar el daño que produce en la producción para evitar caídas que pueden ir de un 10% a un 15%, sino también que de aquí a un futuro evitar tirar al ambiente ese amoniaco que termina, siendo un gas de efecto invernadero”, subrayó el experto
Las altas concentraciones de amoníaco producen parálisis ciliar en las aves, “es decir que las cilias de la tráquea comienzan a quedarse quietas cuando son expuestas al amoníaco y al no tener ese movimiento, comienza a acumular moco, convirtiéndose en una puerta de entrada a cualquier tipo de enfermedad respiratoria y normalmente eso va acompañado con una mala calidad del ambiente. También puede haber daño en las conjuntivas, generando dolor y provocando la ceguera en algunos casos. Esto hace que los animales no encuentren el agua o la comida y que no produzcan como cuando están sanos”, explicó Nielsen. Control AA actúa rápidamente, solidificando el amoniaco, quedando en la cama, pudiéndose utilizar luego como fertilizante. El producto es totalmente inocuo para los seres humanos y para las aves, “pero además es de muy baja dosis y facilita el trabajo y la aplicación. Se utilizan entre 40 y 50 gramos por metro cuadrado, con lo cual con una bolsa se puede tratar un galpón de dimensiones importantes”, aseguró el técnico de Cladan.